En las abruptas fauces del consumismo despótico, el mundo se arrojó a la basura por sí mismo, como si se tomara el último trago en un desierto amargo sin agua, sin oasis, sin nada. Devorado por un hambre insaciable, las ciudades quemaron y escupieron la tierra volviéndola estéril; las lluvias ácidas enfermaron el aire; se extinguió el brillo del sol como lo hace una lámpara a media batería, y como una pantalla opaca en gris, el cielo tapó la luz con sus nubes tóxicas; las plantas se secaron, junto con los ríos y los bosques; los animales, en su mayoría, murieron funestos a la explotación y descuido mundial; hasta las ratas que escaparon de los laboratorios dejaron de verse, ya ni las cucarachas querían al hombre.
Las sociedades se redujeron de millones a miles y como es normal en
nuestra condición, solo unos pocos las gobernaron, las ciudades también
reducidas se formaron como domos independientes, que a su vez se dividieron en
sectores.
Pero seríamos hipócritas si dijéramos que no lo sabíamos, qué era algo improbable a nuestra existencia; éramos y somos como la idea de ir presionando cada vez más el acelerador, yendo por el medio de la carretera, sin mirar lo que se cruza adelante. El freno estaba, pero ¿Quién querría presionarlo? Siempre nos gustó la comodidad, las ilusiones, que nos mientan en la cara, solo para estar en un lugar acogedor, tomando nuestro refresco favorito, mientras suena algo en la televisión; llegó un momento de quiebre, cuando algunos se dieron cuenta de que íbamos por el camino equivocado, pero ¿a quién le importaba? Nadie quería unirse a los rebeldes, la gente en masa siempre fue cobarde, y nadie encontraba razón alguna para ayudar, claro que todos lo hablaban, y las noticias alarmaban a las personas, sobre todo cuando aparecía algún político o persona importante asesinado en el cuarto de un hotel.
Pero seríamos hipócritas si dijéramos que no lo sabíamos, qué era algo improbable a nuestra existencia; éramos y somos como la idea de ir presionando cada vez más el acelerador, yendo por el medio de la carretera, sin mirar lo que se cruza adelante. El freno estaba, pero ¿Quién querría presionarlo? Siempre nos gustó la comodidad, las ilusiones, que nos mientan en la cara, solo para estar en un lugar acogedor, tomando nuestro refresco favorito, mientras suena algo en la televisión; llegó un momento de quiebre, cuando algunos se dieron cuenta de que íbamos por el camino equivocado, pero ¿a quién le importaba? Nadie quería unirse a los rebeldes, la gente en masa siempre fue cobarde, y nadie encontraba razón alguna para ayudar, claro que todos lo hablaban, y las noticias alarmaban a las personas, sobre todo cuando aparecía algún político o persona importante asesinado en el cuarto de un hotel.
Si algunos pensaron que todo iba a mejorar, erraron
enormemente; ¿Y si nuestra visión enfocada a otra realidad abría otro camino? ¿Como
hubiera sido? Todo por mirar para otro lado, por darle la espalda a nuestro
hogar, a “Nuestro” hogar, tal vez ahí estuvo el error, quién sabe.
Eiji Mnemonic
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